Memorias (Parte I)



Recuerdo aquella mañana, soleada , casi a reventar, en la que amanecía, con todo y el pelo alborotado, los ojos chinos e inocentes,  aún con sueño, recibí la llamada de mi padre, aquella figura grande  un poco imponente, para ser sincera conmigo misma, no había visto aquella figura en  días, meses, no lo había visto en años. Recuerdo el mal gesto de mi madre diciendo: -Tu papa te quiere hablar, sin saber que esas palabras seguidas con los malos gestos iban a perdurar muchos años, hasta mi juventud, hasta ahora,  hasta los siguientes días. El tono grave, la voz un poco quebrada, podía escuchar un leve sonido de las lagrimas caer de sus mejillas, incluso contagiarme su mismo sentimiento, ¡En verdad, cuánto ansiaba yo tal momento de quebranto!. Lo extrañaba, aun  con todos sus defectos, aun cuando no supe de el nada mas que su partida unos dos o tres años antes, aun cuando tantas noches (sin recordarme exactamente cuantas hasta el día de hoy) desee que regresara a mi lado  me tomara en sus brazos,  y me hablara con palabras que yo seguramente no entendía muchas veces, y me dedicara aquellos sus maravillosos versos, y me cantará aquellas canciones para el corazón, para el alma, y me hablara de aquellos cuentos imaginarios del Bosque Animado  las locas aventuras de sus personajes. Yo lo amaba, con amor de niña, con amor de hija, Incondicional, sin preguntas,  sin respuestas, sin reclamos, sin fastidios, lo amaba tal y como una hija ansia tener esa estrecha relación con su padre, con su protector a la distancia.

Aquella llamada recobro algo que no había muerto, solo se había olvidado: el deseo de saber qué es tener un padre. No importaba como ni cuando, simplemente el querer tener a aquella figura de vida, el tenerlo lejos pero acercar la idea de que esta en mi vida de nuevo.

La princesa del Bosque animado, tal y como lo habías dicho tantas veces, tal y como lloré en mi castillo por tu partida, fui aquella princesa a tu espera. A la espera de tus explicaciones, de tu amor, de tus motivos, a la espera siempre de un abrazo. Y todas las noches pido por tu alma, para que siempre y en cada caída del sol, tenga presente que Te amo, sin preguntas, sin respuestas, sin reclamos, sin condiciones, Te amo con la misma inocencia de aquel día, con el mismo amor de aquella mañana, con la intensidad como de quien ama a un Padre.



A. C.



















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